Everto Ramírez

EL ÚLTIMO ALFARERO

Perfil del alfarero Everto Ramírez

Solitario y poseedor de toda verdad, Everto Ramírez guarda una gran Biblia ilustrada cuyas hojas se han ido pegando así como guarda minuciosamente pequeñas rencillas con buena parte de Colombia. Le dicen el último alfarero de Mompox.

En el patio trasero de su casa en Villa Mompox, Everto tiene su taller de alfarería. Heredó el torno de patada de su papá, quien lo había heredado a su vez del suyo. Su casa, en la que cantan pájaros en jaulas colgadas por el techo, es un espacio grisáceo, iluminado por la luz que llega por entre los árboles escuálidos del patio. Cuando tornea lo acompañan su gato ciego, Mapi (una perrita cruzada con pinscher), un perro grande que pasa las tardes en la casa y una gata preñada que se acuesta en la entrada.

Recoge la arcilla de potreros, del descarte de la construcción de pozos, de peñascos dejados en la carretera. La recoge en su bicicleta que es delgada, pesada pero ágil y sin frenos. De ganchos de ropa obtiene cobre para sus esmaltes, y el engobe rojizo que usa en los acabados exteriores de las piezas lo saca de un cascajo de tierra que tiene en una canasta. La piedra con la que hace el bruñido está brillante por el uso y sus curvaturas se las han dado las piezas que ha pulido desde que su abuelo la agarró del suelo. Everto da las curvas finales con un pedazo de caña. Los árboles del patio le dan chamizos con los que soluciona los problemas formales inmediatos.

Sus piernas largas dan patadas firmes y suaves en el torno, que se mueve lento como la vida en Mompox. Hace jarrones imponentes, materas generosas y alcancías para no romper. Sus decorados son sutiles, perfectos. La arcilla tiene los colores disparejos y terrenales de las llamaradas de la quema. Dispone las piezas terminadas en el piso de su casa, en la penumbra. Cada tanto hace la quema en un horno de leña construido por él mismo con ladrillos de las ladrilleras locales, tapado con una lata de zinc.

Cuando no usa el horno, Everto pone con cuidado adentro, sobre las varillas y bajo la lata de zinc, un cartón para que su gato ciego pueda dormir.

Por: Manuela Alarcón