Gracias a sus suelos arcillosos, la casa de adobe crudo hace parte del paisaje boyacense: tales suelos permiten hacer ladrillos sólidos que se mantienen firmes aun sin pasar por un horno. Por ello es posible construir una casa en ladrillos de arcilla que, en tanto se proteja del agua con un techo y un cimiento de piedra, se conservará en muy buenas condiciones. Como el ladrillo no es quemado, la arcilla —que usualmente se saca del mismo terreno donde se construye la casa— conserva la memoria del suelo: entre el barro hay huesos de animales, pajas, caparazones de insectos y todo tipo de piedras. Si se exponen directamente a la lluvia, los ladrillos se disuelven por el agua, y esa arcilla —con sus huesitos y piedras y animales— deja de ser pared para volver a ser montaña.
«Tierras altas» es una investigación en curso alrededor de los oficios del barro en Colombia. En enero exploré la construcción en arcilla en Villa de Leyva como parte de mi residencia en @residenciasnara. El proyecto dio lugar a varios trabajos, entre ellos «Monumento a un muro» y «Pañete para una casa en ruinas», que abordan la construcción en barro como una forma de reconocer, tramitar y celebrar la muerte. Exploré la ruina de una casa de barro para reconocer la necesidad de hacerle duelo a los procesos de la vida: a los amores muertos y al dolor de la guerra, por ejemplo, pero también, a veces, al lapicero heredado y perdido o a los oficios que se olvidan.
Es doloroso y fascinante ver cómo se desintegra una casa de barro: las arañas que hicieron tela en sus esquinas, los escarabajos y las lagartijas, los listones, las repisas y el pañete de las paredes —la casa toda— vuelven a ser suelo. La casa de barro no va a ser rascacielos ni embajada, búnker o alcaldía: será, después de la lluvia, tierra.
En las imágenes:
«Pañete para una casa en ruinas»
Completé el pañete de una casa en ruinas donde el original se había caído.